Esto sí que es salir de la zona de confort
Con la llegada del mes de octubre y el comienzo del último trimestre del año 2024 es hora de un cambio de aires. La odisea hasta llegar a mi nuevo destino comenzó el día anterior en Munich -cerrando más de 7 años de residencia en la ciudad germana de Mainz y ejecutando lo que denominé el DExit- y pasando por uno de los aeropuertos de Estambul, pero sin tiempo de visitar al menos la ciudad turca después de llegar a la conclusión que el tiempo sería escaso para una visita (tengamos en cuenta el tiempo requerido para el lento control de pasaportes, traslado en metro a Kadıköy, vuelta al aeropuerto, control de líquidos, nuevo control de pasaportes...) y teniendo pues que esperar más de 7 horas a mi siguiente vuelo. Finalmente ya pasada la medianoche y entrando en el nuevo mes sale mi vuelo y en torno a las 4 de la madrugada (hora local, GMT+4) llego a mi nuevo lar: Tbilisi, capital de Georgia.
Quizás te estés preguntando mientras lees el segundo párrafo que tiene que ver esto con Iberia o qué quiero decir con la otra Iberia. Pongámonos en contexto. El antiguo reino georgiano de Kartli era conocido como Iberia por los antiguos griegos y romanos. El país fue durante la época del Imperio Romano parte del Reino de Iberia, que podemos también llamar Iberia del Este o Iberia caucásica por su situación geográfica y no confundirla con la península ibérica. Como este no es un blog de Historia, no profundizaré más en la etimología del nombre y los motivos por los que España y Georgia comparten este nombre en la antigüedad, pero sí es notable que existe una conexión entre ambos países, de hecho también se dice que hay una relación histórica entre el País Vasco y Georgia, aunque este punto parece no haber sido demostrado.
Volviendo al 2024... llego como digo al aeropuerto y tras comprobar indignado como una de mis maletas grandes ha sido destrozada por el personal de alguno de los aeropuertos (hasta el punto de que le falta una rueda), empleo mi tiempo recorrer el minúsculo área de llegadas, llena de puestos de operadores telefónicos y casas de cambio varias hasta llegar a la única cafetería que veo y me tomo una botella de agua (por el prohibitivo precio de 6 lari ó 2 €).
Nota para el lector: el lari es la divisa nacional de Georgia y el cambio con el euro está a día de hoy aproximadamente en
1 euro = 3 lari
Con lo cual la cuenta es muy sencilla, divide el precio por 3 y ya sabes cuánto es en euros.
Llegar a la cafetería e instalarme allí por unas horas no solo me permite refrescarme y trabajar con el Chromebook, sino también descansar y aparcar las maletas. ¡Todo un milagro llevar una maleta de mano y dos maletas grandes a la vez con 2 manos! Y teniendo una de las grandes una rueda rota, el más difícil todavía. Como digo, me pongo a trabajar aprovechando el tiempo hasta que se haga de día (pasadas las 7) y se aproxime la hora de encontrarme con Tako, la hija de los caseros de mi nuevo hogar georgiano. Durante el tiempo en la cafetería observo cómo la policía interroga a unos tipos con clara aspecto de inmigrantes y que por lo visto no tenían permiso de residencia, aviso de que hay que hacer las gestiones bien para no llevarse ninguna sorpresa.
Cuando llegan las 9 de la mañana me pongo a sacar 100 lari para tener efectivo y descubro para mi sorpresa que los cajeros georgianos te dejan sacar dólares americanos, lo cual me ayuda para poder pagar el alquiler en efectivo, como estaba acordado. Unos minutos después tomo un taxi directo a la casa en el distrito de Vashlijvari, en la zona noroeste de la ciudad. El trayecto dura más de lo previsto y llego después de las 10, pero consigo tras varios intentos localizar a Tako y nos encontramos para entrar en la casa. La casa está bastante bien, unos 55 metros cuadrados, en un quinto piso (con lo cual más intimidad de la que tenía en Alemania viviendo en bajos, véase en la foto inferior la terraza con la bandera de España enrollada) y sin compartir con nadie. La habitación está separada de salón y cocina y el baño dispone de lavadora, lo cual es práctico.
Una vez ya solo en la casa, me dispongo a descansar merecidamente después de una noche sin dormir y esa misma tarde me dispongo a ir al Public Service Hall a registrar mi small business (autónomo). La burocracia en Georgia es bastante eficiente y en pocos minutos tramitamos casi todo, pero lamentablemente faltaba un fleco: la propietaria de la casa que había indicado en el registro (hermana de un amigo que conocí hace 4 meses en mi primera incursión por Georgia) tenía que dar su consentimiento escrito y firmar, con lo cual se quedaba todo en standby. Sin este trámite no puedo abrir cuenta bancaria en Georgia ni puedo ir al Revenue Service (Hacienda) a que me den entre otros el NIF o Tax ID para incluir en mis facturas.
Visto esto ya me resigno a esperar hasta que esta chica pueda y, una vez acabadas las gestiones, aprovecho que estoy por el centro para comer algo, puesto que apenas había tomado nada en ese día. Una sopa de pelmeni (especie de tortellinis) y un Megruli Khachapuri (parecido a una pizza rellena de queso y con queso por encima junto a una limonada (de limón, por supuesto) son el premio después de estar penado en este largo día.
Más tarde hago compra en el cercano Carrefour e intento encontrar la opción más rápida para volver a la casa. Lamentablemente el teléfono se queda apenas sin batería , con lo que me veo en la necesidad de pedir ayuda y mientras me tomo un té en el Luca Polare, cargo el teléfono. Finalmente después de buscar opciones y dado que se hacía tarde, me veo olbigado a tomar un Bolt a casa. Y seguramente no será la última vez, puesto que el barrio está muy retirado del centro y, aunque hay transporte público, llegar ahí es una odisea.
Los días 2 y 3 aprovecho para trabajar un poco pero ando un tanto incómodo porque la casa no está limpia y por ende no quiero colocar la ropa. De paso reporto algunos desperfectos esperando que se arreglen. Además me sirve para localizar los supermercados, sobre todo el Madagoni (მადაგონი).
Si te has cortocircuitado leyendo la palabra escrita con símbolos extraños, te cuento que el georgiano es un idioma único en el mundo cuyo alfabeto es único y tiene 33 letras -por suerte, no hay mayúsculas ni minúsculas-. Pero la grafía de las letras difiere por mucho con la del alfabeto latino, con lo cual esto será un gran reto.
El día 4 me dispongo a volver al Public Service Hall para dejar listo el registro como individual entrepreneur. El terrible tráfico en la ciudad hace que demore mi llegada mucho y una vez allí, nos vemos con el problema de que la chica no puede acceder al edificio al ir con su perro. Por suerte me puedo quedar con el animal mientras ella hace la gestión. Más tarde aprovecho para pasear, comer en Pasta Chi (distrito de Marjanishvili, que conocía de mi visita en junio) y comprar algunas cosas básicas para la casa como un plato grande, un par de vasos, un cazo para calentar leche... Cuando voy a la marquesina a esperar el bus, veo que no llega y se retrasa sin más información mientras el tráfico es tremendamente lento. Esto me obliga a moverme buscando una alternativa hacia Heroes Square y todavía me tocó tomar 2 minibuses hasta llegar después de una tremenda odisea. Con lo cual el viernes no salgo y me quedo en casa.
Otra nota más: los minibuses se llaman "marshrutka", tienen 17 plazas y en muchas ocasiones te toca ir de pie. Un poco caos entrar y salir del mismo, pero forma parte de la experiencia.
El sábado 5 por fin quedo con el grupo de españoles en Tbilisi y con Giorgi, mi amigo georgiano que me ayudó con algunas gestiones y cuya hermana se ofreció para el registro de la dirección. La hora de quedada era las 14h y el lugar la Orbeliani Square, donde este finde tiene lugar el festival de la ciudad, Tbilisoba. Debido al caótico tráfico llego 20 minutos tarde (pese a salir de casa sobre las 13 horas), y me encuentro con Giorgi poco después. Los demás los encontramos más tarde después de dar una vuelta por el festival, probar algunos vinos y pedir carne de una barbacoa para comer.
Sobre las 15:30 encontramos a los españoles y demás extranjeros del grupo y me acogen de buen grado. Indira y Edu me dan más conversación mientras estoy comiendo y exploramos el festival recorriendo la ciudad hasta dar con unos puestos cerca del Puente de la Paz, donde nos tomamos la licencia de juntar 2 mesas y sentarnos en gran grupo. Un grupo muy variopinto con hispanos pero también con algún italiano y un tipo que parecía irlandés con el que no hablé.
Pasamos una buena tarde-noche y después volver a Orbeliani Square y pedir Giorgi y yo la cena (salchicha), perdemos al grupo pero esto también es señal de que era momento de volver a casa. Giorgi, haciendo gala de la tremenda hospitalidad y sentido de ayuda al prójimo de los georgianos, me acompaña hasta cerciorarse de cuál es el bus que me dejaría cerca de mi barrio, en la autopista.
Finalmente el domingo 6 no tiene nada especial, he aprovechado para hacer algunas compras en la zona en el Jysk y el Container, puesto que necesito ropa de cama entre otros, en total unos 305 lari de gastos. Después de hacer una compra en el Carrefour del barrio y comprobar que no toda la comida es tan barata, sobre todo si es importada, vuelvo a casa y termina mi sexto día y la semana 40 de este año 2024 en el que he tomado la decisión de enfocarme en mi negocio al 100%, renunciando a mi puesto de trabajo en Mainz y centrándome en mis libros y con el gran objetivo de conseguir clientes para mi coaching de español y para la consultora de IA. En resumen, para una persona que ha escrito un libro de desarrollo personal contando sus aprendizajes desde el momento que comienzo a trabajar en mi primer libro allá por octubre de 2019, esto es sin duda un claro ejemplo de salir de la zona de confort, nueva situación profesional, nuevo país con otro idioma diferente, otro alfabeto, otra cultura y muchos retos por descubrir. Y aún no llevo una semana, esto no acaba más que comenzar.
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